He comenzado a escribrir un texto sobre el Día de la Mujer que decía algo así: «No me regales flores ni bombones. No me desees feliz día. Tan solo quiero que me quieras bien».
Sin embargo, al rato de comenzar me ha asaltado una pregunta: ¿acaso está una cosa reñida con la otra? Quiero que me quieran bien, que me quieran como soy, que no intenten cambiarme, que respeten mis ideas y me apoyen en mis proyectos, que me den consejos y me acompañen, pero también me gustan las flores, me encanta que me escriban cartas, me mimen y den masajes en los pies y por Dios, me encanta el chocolate, ¿puede haber mejor regalo que una caja de bomones?
Las feministas solemos adoptar un lenguaje agresivo – no es para menos con el panorama que tenemos – pero ser feminista no esta reñido, ni mucho menos, con la felicidad, el amor o la pasión. El feminismo es pasión en sí mismo. Y hay tantos tipos de feministas como mujeres y personas en el mundo. El viejo estereotipo de la feminista que no se depila, viste «de tío» (lo que la gente suele entender por «vestir de tío», ya me entendéis) y no se ducha está muy visto. Puedes vestir «de tío», vestir de rosa, llevar el pelo largo, corto, castaño, rubio, blanco, violeta, negro, depilarte o hacerte dibujos, ser cursi, que te guste el deathmetal, el pop más comercial o bailar reggaetón. Y por supuesto, puedes ser feminista y escribir poemas de amor. Y por su puesto, puedes ser feminista y regalarle a tu pareja masculina lo mismo y que a tu pareja masculina le guste.
Así que, sí. Quiéreme bien, quiéreme libre, quiéreme tal como soy, amáme cuando lo merezca y cuando no, dame consejos y apoyáme cuando no te haga caso, sé mi compañero, demuéstralo, sal a luchar conmigo, di en alto y bien claro que eres feminista. Pero también dime que me quieres, dame besos, mímame y de vez en cuando… regalémonos flores.