Ayer Ciudadanos organizó un acto sobre la maternidad subrogada. Aunque a ellos y sus defensores les gusta más llamarlo «gestación subrogada», supongo que si ocultas al sujeto –en este caso una mujer– que ejerce la acción –en este caso quedarse embarazada– es mucho más sencillo moral y discursivamente. Hablar de «subrogar la gestación» queda mucho mejor que hablar de «subrogar la maternidad», así distraes la atención de lo verdaderamente importante: la mujer.
Del discurso de Albert Rivera rescato estos tres titulares difundidos en Twitter:
«El objeto de este gran debate son los niños, ellos son los protagonistas; hagámoslo por ellos» #GestaciónSubrogada
«No es justo que lo más bonito de la vida, ser padre o madre, dependa del dinero de tu cuenta corriente» #GestaciónSubrogada
«Debemos ser un país pionero y moderno, debemos adaptar la legislación a la realidad de la sociedad» #GestaciónSubrogada
Empiezo por el final, cuando Rivera habla de «adaptar la legislación a la realidad de la sociedad» me pregunto para qué sociedad habla y doy por hecho que en su concepto de sociedad no entran la mayoría de las mujeres. Si ser «un país moderno» significa avanzar hacia la legalización de la explotación de los cuerpos de las mujeres, discúlpenme, pero no comparto su concepto de modernización. Y hablo de explotación porque aceptar que las mujeres pueden convertirse en personas que gestan para otras, es decir, en herramientas, y aceptarlo a nivel institucional, es aceptar el liberalismo económico más salvaje.
Sobre que «no es justo que lo más bonito de la vida dependa del dinero de tu cuenta corriente» (argumento utilizado para defender la maternidad subrogada de forma voluntaria), le diré que menos justo aún es que la satisfacción de sus deseos individuales pase por encima de los cuerpos de las mujeres. Argumentar que la maternidad-paternidad es un derecho es completamente erróneo, la maternidad-paternidad puede ser un deseo, pero nunca un derecho inalienable que justifique el uso del cuerpo de otra persona.
La primera frase es paradójica. Rivera dice que «el objeto del debate son los niños» y que debemos hacerlo «por ellos». Sin embargo, si lo realmente importante fueran los niños podrían esforzarse y emplear su tiempo en luchar por facilitar los procesos de adopción y que les permitan adoptar a más niñas y niños que lo necesitan. En ese caso sí lo estarían haciendo por ellos -por los niños-. Estos, sin embargo, ni si quiera existen. En este caso, todo gira en torno a la realización egoísta de un deseo individual que es la maternidad-paternidad y, a poder ser, con sus propios genes.
Defender la fórmula de «voluntariedad» para hacer la maternidad subrogada más amable y facilitar su aceptación es una estrategia que abre la veda para que cualquier mujer pueda ser extorsionada para quedarse embarazada o retribuida igualmente «en negro» bajo el amparo institucional. La fórmula voluntaria no cambia el fondo: que admitamos que los cuerpos de las mujeres son susceptibles de ser usados como herramientas para satisfacer las necesidades de otros.
Somos vendibles, intercambiables y usables de mil y una formas. Nuestro cuerpo casi nunca está a nuestro propio servicio y siempre al de los demás. Nosotras no podemos disponer libremente de nuestros cuerpos, pero los demás siempre están intentado legislar para poder usarlo/nos. En este debate también han tenido en cuenta eso, admito su inteligencia al decir que la legalización de la maternidad subrogada es una forma de defender la libertad de elección de las mujeres sobre sus cuerpos. Debería llamarnos la atención que sean justo estos partidos –PP y Ciudadanos– los que utilicen la libertad de elección de las mujeres para la maternidad subrogada, pero que frente a cuestiones tradicionalmente reclamadas por el feminismo, como el aborto, se les olvide. Al PP la libertad de decisión de las mujeres hasta le costó un ministro.
Nuestra libertad de decisión, perdónenme, les importa un bledo.