Anos heterosexuales

Hoy me he levantado y como casi cada mañana he abierto Twitter y he empezado a leer la actualidad veraniega. De repente me he encontrado con que estaba circulando una foto de Beatriz Gimeno con unas palabras textuales que decía así: «Dado el profundo simbolismo asociado al poder y a la masculinidad que tiene en la cultura patriarcal la penetración (a las mujeres), ¿qué podría cambiar, que importancia cultural tendría una redistribución igualitaria de todas las prácticas, de todos los placeres, de todos los roles sexuales, incluida la penetración anal de mujeres a hombres?»

Al lado habían surgido una batería de Tweets de personas altamente alarmadas con las declaraciones de Beatriz. Algunos iban del típico: «mi ano es sagrado» o «feminazi» a «id preparando la vaselina», «ahora esta tía quiere que las mujeres nos penetren».

Yo no me he alarmado tanto al leer sus declaraciones, de hecho, es un tema sobre el que he reflexionado muchas veces. La penetración, la idea de penetración es un arma poderosa, esto no es nada nuevo, ¿cuántas veces los hombres ejercen su poder violando a mujeres, su poder materializado en su pene? Rescato algunos datos de ONU Mujeres:

  • En 2013, a nivel global un 35 por ciento de mujeres ha sufrido violencia física y/o sexual en el contexto de relaciones de pareja o violencia sexual fuera de relaciones de pareja.
  • Hasta un 70 por ciento de mujeres sufre violencia física y/o sexual a lo largo de su vida, a manos de una pareja.
  • Entre 20.000 y 50.000 mujeres habrían sido violadas durante la guerra de Bosnia y Herzegovina en el periodo 1992–1995, cifra que se disparó hasta las 250.000-500.000 durante el genocidio que vivió Rwanda en 1994.
  • En los países de la Unión Europea, entre un 40 y un 50 por ciento de las mujeres sufren insinuaciones sexuales no deseadas, contacto físico u otras formas de acoso sexual en el trabajo.
  • En Estados Unidos, un 83 por ciento de las niñas de 12 a 16 años ha experimentado alguna forma de acoso sexual en las escuelas públicas.

El poder de la penetración hombre-mujer es un arma muy poderosa y muy peligrosa.  Un poder que se instala en nuestro imaginario casi sin darnos cuenta y hace que las mujeres temamos al hombre solo por poseer un pene con el que poder violarnos. Sin embargo, cuando planteamos el tema de la penetración a hombres fuera del contexto homosexual nos echamos las manos a la cabeza. ¿Estaríamos concediéndole a las mujeres ese gran poder y quitándole a los hombres su arma?

Julio-JuliaEn ocasiones, en algún momento de la vida de las parejas heterosexuales se abre el debate sobre el sexo anal – lo abre él para penetrarla a ella – pero ante la idea de ser penetrados – ellos por ellas – la cosa cambia. La idea de ser penetrado se relaciona con las mujeres, con la feminidad, con la sumisión y con la homosexualidad, en definitiva, con ser menos hombre. Da igual que expertxs y sexólogxs nos digan que el ‘Punto G’ masculino está en el recto, da igual que nos aseguren el placer supremo, ¿mujeres penetrando a hombres? No. Y esta idea tan arraigada (tanto en hombres como en mujeres) esta concepción, estos prejuicios, hacen que no podamos vivir en libertad nuestra sexualidad y plantear nuestros deseos abiertamente sin ser examinadxs. Si no hubiese un prejuicio tan grande por el sexo anal y por la penetración a los hombres, ¿se seguirían produciendo tales reacciones defensivas?

Rescato un parráfo de Beatriz: «Cuando escribí  Deseo, Placer, recibí varios correos de hombres heterosexuales en los que me contaban que ser penetrados era una fantasía recurrente para ellos, aunque muy difícil de llevar a la práctica. La mayoría me decía que cuando se lo habían comentado a sus compañeras éstas habían manifestado una enorme reticencia que tenía que ver más que con la práctica en sí, con la manera en que a partir de ese momento, les miraban y les conceptualizaban». 

Volviendo a la frase que he puesto al principio del texto, esa que ha causado tanta polémica, me parecería muy interesante replantearse todos estos conceptos para llegar a destruir poco a poco prejuicios dañinos y repensar y restablecer  las relaciones de poder. Como dice Beatriz, «para que se produzca un verdadero cambio cultural tienen que cambiar también las prácticas sexuales hegemónicas y heteronormativas y que sin ese cambio, que afecta a lo simbólico y a la construcción de las subjetividades, no se producirá un verdadero cambio social que iguale a hombres y mujeres». Sin darse cuenta, todos esos hombres que rechazan a su ano por inercia, sin replantearse una nueva forma de placer o simplemente aceptando esa parte del cuerpo como suya, están reproduciendo todos estos roles (masculinidad tradicional) y menospreciando otros (otras masculinidades, feminidad).

Por cierto, por el momento, las mujeres no estamos conspirando en secreto para armarnos con arneses con los que penetrar a los hombres cada vez que tengamos oportunidad (podéis estar tranquilos).

Imagen: Oso con alas

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