Navegando por nuestros amados medios me he topado con este titular: “¿Por qué las mujeres lesbianas tienen más orgasmos?” Más allá del tema en sí, la lectura me ha servido para plantearme una cuestión fundamental sin la cual, el estudio tiene poco sentido. ¿Qué es un orgasmo?
Veamos, el artículo citado dice lo siguiente: La investigación, llevada a cabo por científicos de la Universidad de Indiana, analizó los hábitos sexuales de casi 3.000 personas solteras de diferentes orientaciones sexuales que habían mantenido relaciones en los últimos 12 meses. Principalmente, sobre cuál había sido la frecuencia de orgasmos en ese periodo de tiempo. Pero, me pregunto, ¿qué es un orgasmo?
Todas y todos nos hacemos más o menos una idea de lo que es un orgasmo. Y todas y todos sabemos más o menos lo que se debe sentir cuando hablamos de “tener un orgasmo”. El cine se ha encargado de buena parte de ello. ¿Quién no ha visto nunca una de esas películas en las que – casi siempre – un chico y una chica se acuestan, tienen sexo y acaban gritando de placer al llegar al amado clímax?
Parece que para los hombres está visiblemente claro: eyaculación = orgasmo. ¿No? (Este tema también podría analizarse en profundidad) Pero, ¿Y nosotras? ¿Cuándo llegamos al orgasmo? He conocido a varias mujeres que me han confesado temerosas y avergonzadas que a pesar de tener sexo y disfrutar en pareja, no saben, realmente, si alguna vez han tenido un orgasmo.
Démonos un paseo y vayamos a consultarle a nuestra querida y sabia amiga, la RAE. El diccionario de la RAE define escuetamente la palabra orgasmo y lo hace de esta manera: ‘Culminación del placer sexual’. Es decir, ese momento que pone fin al acto sexual. La definición en sí nos lleva de nuevo a esa idea de placer masculino, placer que asciende hasta llegar a un punto, clímax, fin (me refiero claro a la eyaculación) ¿Pero nosotras lo sentimos de la misma manera? ¿Llegamos siempre a ese clímax?

Quedémonos con eso de “la frecuencia de orgasmos” e imaginemos a una mujer, pongamos heterosexual, que lleva años saliendo con un hombre muy tradicional en el sexo con el que solo ha mantenido relaciones de penetración, pongamos que le gusta y disfruta y pongamos también que ella piensa que “tiene orgasmos”. Ahora imaginemos a la misma mujer, que años más tarde sale con otro hombre algo diferente que le dedica más tiempo a otras prácticas además de la penetración y de repente, un día, siente algo más parecido a esa idea de “orgasmo” que venden los medios, el cine etc, y se da cuenta de que a lo mejor nunca antes había sentido un orgasmo. O imaginemos a una chica que nunca ha mantenido relaciones sexuales pero que suele masturbarse y tener “orgasmos” y que cuando comienza a tener sexo con otra persona se da cuenta de que no siente lo mismo que cuando tiene “sexo consigo misma” pero que aun así disfruta mucho.
Con esto pretendo mostrar que preguntar a una mujer por el número de orgasmos es arriesgado, complicado y es muy posible que no aporte datos claros porque lo que para mí es un orgasmo puede no serlo para mi vecina o mi mejor amiga. Puede que ni siquiera haya sentido nunca un orgasmo y yo crea que sí o puede que el orgasmo sea una sensación mucho más amplia y que dentro de esa palabra debieran caber más sensaciones y emociones que la simple “culminación del placer sexual”.
Porque, ¿qué pasa si ese placer no culmina? ¿Qué pasa si no sentimos eso que parecen sentir lxs protagonistas de las películas? ¿Qué pasa si nunca llegamos a ese momento de máximo placer? ¿Qué pasa si sentimos placer todo el tiempo? ¿O si dejamos de sentirlo?
Como todo, el sexo y la terminología sexual tradicional está muy relacionada con el placer masculino y la idea que tienen los hombres – heterosexuales – del sexo. Por eso se sigue considerando (cada vez menos) que la relación sexual consiste fundamentalmente en “un pene que penetra una vagina”. Y también la idea de orgasmo está muy relacionada con el orgasmo masculino. A las mujeres no nos han dejado experimentar con nuestro placer, con nuestro cuerpo, para así poder definir lo que nosotras sentimos y establecer ideas relacionadas a ello. Nos medimos en relación al placer de ellos, a lo que ellos sienten.
Hace tiempo leía un artículo en la revista Píkara en el que la autora decía, tajante, que los preliminares no deberían existir. ¿Por que? Os preguntáreis. Veamos, los llamados «preliminares» son todas esas prácticas sexuales previas al coito que se realizan a modo de “calentamiento” antes de que llegue “lo importante”, es decir, la penetración. De esta forma, dentro de la caja de los “preliminares” relegamos muchas cosas, incluyendo a nuestro gran amigo el clítoris (en próximas entregas hablaremos de él). Freud fue un pionero en este tema y llegó a afirmar en sus teorías que los «orgasmos clitorianos» son propios de la infancia y la adolescencia y por tanto, aquellas mujeres que no son capaces de tener orgasmos vaginales son inmaduras. De esta forma se sitúa, de nuevo, el placer vaginal y la penetración en el centro de las relaciones sexuales, dejando de lado todo lo demás, cuando es precisamente en esa zona, el clítoris, donde reside gran parte del placer genital femenino.
La definición y la idea generalizada de orgasmo hace que inmediatamente te plantees si lo que acabas de sentir es un orgasmo y como se supone que lo que debes sentir cuando tienes sexo con tu novio/novia es ese orgasmo modelo, si crees que no lo vas a sentir, lo finges y si nunca sientes eso que “se supone que debes sentir” te cuestionas y te preguntas qué estás haciendo mál o qué hay de malo en tu cuerpo que no te hace sentir eso que todo el mundo siente. Porque claro, pregunta tú por ahí a la gente si tiene orgasmos que a no ser que establezcas una relación estrecha de confianza en la que se atrevan a confesarte sus miedos, casi T-O-D-O el mundo te dirá, que sí, que tiene orgasmos. ¿Cómo no los va a tener? A lo mejor tampoco se lo han planteado.
¿Pero acaso el orgasmo es necesariamente y siempre ‘la culminación del placer sexual’? ¿Cómo definimos a todas esas personas que aun disfrutando del sexo no sienten ese tipo de “orgasmo”? ¿Acaso seguimos pensando que toda mujer que no sepa sentir ese orgasmo vaginal tiene un problema?
No somos iguales, nuestros cuerpos son distintos y tenemos distintas maneras de experimentar placer, dolor, rabia o miedo. En el sexo pasa lo mismo. Las ideas preconcebidas, los miedos y los prejuicios hacen que cuestionemos constantemente si nuestra forma de sentir es la correcta. No existe una forma correcta. Cada persona disfruta y siente de una forma distinta. La meta del sexo no debería de ser «llegar al orgasmo», sino disfrutar de todo el proceso, de cada instante, sin preocuparse por cumplir con unas expectativas que nos han impuesto. Quizás cuando consigamos abrir nuestra mente y nuestros cuerpos y asumamos que hay más formas de disfrutar, comencemos a experimentar, vivir y sentir placer, nuestro propio placer.
Por lo tanto, quizás la pregunta del estudio no debería ir encaminada a conocer el número de orgasmos, sino, el disfrute sexual, sin más, sin cadenas, sin definiciones.