Basta dar un paseo por los principales catálogos de juguetes para darse cuenta de que el sexismo campa a sus anchas: muñecas, castillos, disfraces de princesas y mucho rosa para ellas; coches de carreras, pistolas, disfraces de superhéroes y rojo o azul para ellos. Las empresas hacen su agosto con un mercado diversificado en el que niñas y niños, hombres y mujeres reciben una oferta diferenciada, la mayoría de las veces, injustificada. Champús, cremas, desodorantes, cepillos de dientes… Prácticamente todo artículo disponible tiene su versión chico y su versión chica.
La industria juguetera no iba a ser menos. Desde bien pequeñxs nos aleccionan para desear un tipo de producto que a su vez lleva asociados unos valores concretos. Estereotipos sexistas que hacen perdurar un orden patriarcal y los roles de masculinidad y feminidad tradicionales. De esta forma, los juguetes para niñas promueven el juego pasivo y en solitario y se basan su mayoría en el cuidado, la belleza o la moda. Por el contrario, a ellos les ofrecen juguetes que promueven la fuerza, el poder y el juego colaborativo.
El Instituto Andaluz de la Mujer publicaba este año un decálogo para elegir juguetes no sexistas y no violentos. En él dicen cosas como éstas: «no hay juguetes de niñas o de niños. Los niños y niñas aprenden jugando. No hay colores de niñas o de niños solo etiquetas sociales que limitan la creatividad. Eligamos los colores, no dejemos que ellos nos elijan».
Por su parte, el periodista Toño Fraguas se hacía la siguiente pregunta en un artículo sobre juguetes sexistas publicado en La Marea: «¿Y si los niños quieren ser princesas?». La respuesta, desgraciadamente, es sencilla: no pueden. No pueden, al menos sin ser tachados y marginados. Como explica la escritora y periodista Brigitte Vasallo en el eldiario.es: “La policía del género es implacable. Frases como ‘no llores, que pareces una niña’ o ‘las niñas no hacen tal o cual cosa’ están naturalizadas […] Cualquier pequeño ensayo fuera de los roles establecidos es penalizado: a los niños se les enseña a despreciar los corazones y amar las espadas, las calaveras, a disfrazarse de piratas pero nunca de princesas”.
Una mirada de rechazo bastará para que el niño entienda que jugar con una muñeca o vestir de princesa no es lo correcto. Cuando niños y niñas llegan a la adolescencia se comienza a decir aquello de «las chicas maduran antes que los chicos». Sin cuestionar el fundamento biológico de esta afirmación, me pregunto: ¿cómo no va a pensar una niña en príncipes, maquillaje, bebés y mamás con 13 años si desde los cuatro le han dado juguetes/películas/revistas que fomentan ese tipo de feminidad?
Los juguetes que ofrecen a día de hoy las principales empresas y tiendas promueven los mismos estereotipos que hace 50 años. Lxs niñxs aprenden jugando y si los juguetes que regalamos son sexistas, estamos educando en el sexismo. Terminar con ello no es nada fácil. Dejar de lado los colores, el coche de carreras y la barbie atenta directamente contra los intereses de las grandes empresas que ganan millones con esta diversificación, igual que las empresas de moda, de belleza o de cualquier otro producto que se nutren de nuestra instasifacción y de animarnos a perseguir ideales imposibles.
Para llegar a estas conclusiones he analizado los catálogos y anuncios de juguetes de estas navidades donde se reflejan todos estos estereotipos sexistas. Afortunadamente no está todo perdido; nostrxs como consumidorxs podemos aportar nuestro granito de arena e intentar fomentar un consumo no sexista a la vez que inculcamos valores de igualdad y respeto.
Si quieres saber más sobre el tema, comprobar el tipo de oferta y consumo que estamos realizando o conocer alternativas no sexistas, puedes echar un vistazo a los dos artículos que he publicado sobre el tema en la revista La Huella Digital. El primero recoge el análisis de catálogos y anuncios y el segundo las alternativas de consumo.