Una Pedroche en zapatillas

No, no pensaba hacerlo, de verdad que no, no quería escribir sobre Cristina Pedroche ni su atuendo para dar las campanadas, ni si quiera fui consciente del aluvión de comentarios previos al gran acontecimiento, ni lo fui durante las campanadas –en mi casa es tradición verlo en la 1–, ni lo fui después hasta que de forma totalmente inocente me metí en Twitter para distraerme un rato. Pero esta mañana he leído un artículo de Barbijaputa en eldiario.es sobre el tema y que resume algunas de las ideas que pasaron por mi cabeza cuando lei la noticia de la noche, y al leerlo, de repente, me he imaginado a una Pedroche en zapatillas de deporte dando las campanadas.

Facebook de publicista feminista91A las mujeres de este lado del globo nos llegan continuamente mensajes contradictorios: quiérete a ti misma/adelgaza, sé tú misma/haz esta y otra y otra cosa, viste como te dé la gana/si vistes así serás muy puta y podrán violarte y encima será tu culpa porque ibas provocado. Por lo que el gesto de aparecer semidesnuda en televisión podría entenderse como un acto reivindicativo: yo me visto como me da la gana y no soy ni dejo de ser más o menos mujer por ello. Excelente.

Sin embargo, ¿que una mujer aparezca en prime time enseñando cacho con un vestido semi transparente es novedoso? Qizás soy yo pero, ¿acaso no están la televisión, la publicidad y todos los espacios llenos de mujeres semidesnudas en posiciones provocativas? ¿No es esa la imagen que nos meten por los ojos continuamente? Lo realmente reivindicativo sería, quizás, una Pedroche en zapatillas, o una mujer que no represente el canon de belleza estipulado y aceptado. Quizás una mujer que supere la 40, o de más de 40 con cuerpo y cara de más de 40, o ambas cosas.

Admito que la batalla es compleja y las mujeres que queremos ser coherentes y que nos consideramos feminsitas vivimos continuamente al borde de esa contradicción, de esa paradoja. Querer ser libres de vestir y actuar como nos dé la gana y a la vez temer caer en la cosificación, en ser un objeto más, un producto de este sistema.  Ir desnuda en prime time no supone un acto de liberación cuando la norma en este medio es ver a mujeres con cuerpos esculturales, no supone una liberación porque como dice Barbijaputa en su artículo «lo que importaba era ella como objeto, como cuerpo, como cosa», y cuando eres cosa, cuerpo, objeto, no «ser», nada importa, te conviertes en algo intercambiable, desechable,  y tu voz no se escucha. Esos pequeños pero grandes gestos educan, hacen que las mujeres (y el resto) entendamos que nuestra apariencia vale más que nuestras ideas, y a que se mida nuestra valía por los metros que tiene nuestra falda.

Ir desnuda puede ser un acto de liberacion, de aceptación, una reivindicación de que mi cuerpo es mío y puedo hacer con él lo que quiera, sin embargo, ese mismo desnudo en un contexto preparado, abonado, aceptado por el propio sistema, deja de serlo. Solo hay que ver cómo se ha censurado a las mujeres que han subido fotos suyas amamantando a sus hijos en redes sociales, o enseñando sus pechos. El sistema permite unos desnudos: el que vende y censura otros: el que empodera.

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