El príncipe sin guion

Anita Botwin explica en Pikara Magazine la presión y angustia que sentimos las mujeres -ella en este caso- cuando nos diagnostican una enfermedad crónica ante la idea de no encontrar el amor, de no ser merecedora de alguien que te quiera y te cuide. El autocastigo constante en forma de frases y preguntas destructivas: «¿quién me va a querer siendo así?» Y la consiguiente auto-respuesta: «nadie, es imposible».

La presión por encontrar el amor, a esa persona que nos ama está dentro de nosotras. El miedo a no ser suficiente, a no ser queridas. A estar solas. No hay nada peor que una mujer que se queda sola. Y una mujer sin un hombre al lado siempre es una mujer que está sola.

Existen circustancias, como la mencionada por Anita, el tener una enfermedad, que agravan esa percepción: la de convertirnos en seres no queribles. Mujeres fuera del mercado. Sin embargo, ese miedo está dentro de todas nosotras, latente, unas veces más fuerte, otras menos, independientemente de nuestras circunstancias.

He escuchado en numerosas ocasiones a mujeres mayores decirle a otras más jóvenes con novios que cumplen con el prototipo del «buen chico»: «cuídale, a ver quién encuentra a otro así». En otras palabras: amárrale que parece que este es bueno.

Ahí van dos ideas. 1. Los hombres son malos, los concebimos como seres de naturaleza violenta que destrozarán nuestro corazón en cuanto nos despistemos. Dar con uno «bueno» es díficil.  2. No hay peor mal para una mujer que no ser amada y estar sola, así que en cuanto aparezca uno que más o menos se ajusta a lo esperado, atále en corto y fuerte. Que no se vaya.

Es un arma de doble filo. Mientras nos encontremos sin pareja debemos esforzarnos por encontrarla. Pero es una tarea díficil, ya que, aunque hay muchos hombres, la gran mayoría son seres despreciables que nos harán daño. Pero si te esfuerzas mucho algún día aparecerá él, él es el hombre bueno que te hará feliz. Cuando lo consigas (para que lo entendamos, es como cazar un pokémon), tendrás que guardarlo a buen recaudo porque 1. si descubre lo loca y pesada que eres se marchará, 2. hay muchas depredadoras acechando, no pierdas de vista a las demás mujeres, que son tus enemigas y 3. como le pierdas será tu culpa por no haberle cuidado lo suficiente, te quedarás sola y es muy probable que no aparezca otro y eso te convertirá en una mujer amargada y triste.

Pero al mismo tiempo que nos dicen que todos los hombres son malos y solo hay unos buenos, nos convencen de que esos pocos buenos son príncipes, hombres perfectos, una suerte de la naturaleza: atentos, honrados, sinceros, románticos, buenos compañeros y amigos, mejores amantes.

Las mujeres nos creamos así unas expectativas díficilmente alcanzables: el hombre que nos hará felices deberá cumplir con todos esos supuestos. No hay grises: están los príncipes y los villanos. Y caer en las manos de uno u otro depende solo de ti. Tú serás la culpable si algo sale mal y no das con el adecuado.

Qué difícil que las mujeres nos sintamos plenas. Para hacerlo debemos encontrar el amor (algo que no depende de nosotras, ni de nadie) y encontrar a un hombre que no existe. Porque mientras a nosotras nos dicen que nuestro hombre ideal debe cumplir con todas esas características, a ellos los educan para lo contrario: para ser cerrados, no mostrar su lado sensible y romántico.

Así pasamos la vida no siendo del todo felices, en busca de un amor ideal que no existe. Y nos enmbarcamos en relaciones que no nos llenan plenamente, y no pueden hacerlo, porque nunca cumplirán con las expectativas que nos han creado y hemos asumido. Generamos conflictos con nosotras mismas y con nuestros compañeros. «¿Por qué no eres lo que me había prometido el mundo que serías? ¿Dónde está mi príncipe?» Y el príncipe, que no sabía que lo era, se da cuenta, de repente, como deslumbrado por los focos, que se encuentra dentro de una obra de teatro, pero nadie le había pasado el guion.

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