Domingo – 15/03/20
Tormenta. Esta noche hay tormenta. Busco en YouTube la canción ‘Città vuota’, el primer comentario es de un chico italiano que dice: «Like per chi la ascolta in quarantena». Le doy a like. Llueve y huele a tierra mojada. Las calles desiertas. Un respiro. Ayer se decretó oficialmente el estado de alarma en España. No se podrá salir de casa salvo para cubrir necesidades básicas: comprar comida, ir al médico o a la farmacia… 15 días aislados. Todos y cada uno de nosotros. Ahora son las 21.52, he estado hablando por WhatsApp con mis amigas, por los grupos, con M., I., A., M., y con A. Hace unos días estuve a punto de preguntarle si quería quedar un día de estos, al entrar en su chat todavía estaba escrito ese mensaje. Ahora no tendría sentido mandarlo. Ahora no podríamos vernos, ni aunque quisiéramos. Es todo raro. Se masca el miedo y la incertidumbre, pero también mucho cariño. A las 20.00 horas todo el barrio ha salido al balcón para aplaudir a los profesionales de la Sanidad Pública. Me recorre la espalda un escalofrío.
Hoy también ha sido mi último día en la redacción. Echo de menos a mis compañeros del gimnasio y sé que echaré de menos a los del periódico. Esas personas que configuran tu día a día, con sus conversaciones más o menos superficiales, pero también con sus muestras de apoyo. Nunca tienes una conversación muy íntima ni muy profunda, pero te acompañan, te sostienen de formas casi invisibles. Ahora lo veo. Después de cenar dudo si ver fotos antiguas. Quiero y al mismo tiempo no. Quiero la nostalgia. Pero la temo. Al final las veo. Me quedo unos instantes mirándolas, mirándonos. Como hipnotizada. Me detengo en una, es de hace muchos años, salimos riéndonos por algo que no recuerdo. Y entonces se me encoge algo dentro. Otro escalofrío.
A pesar de todo, me sé afortunada, tenemos un techo, mi familia está bien de momento, en casa los tres estamos tranquilos, tenemos estabilidad económica, comida, muchas películas y libros esperando en la estantería… dentro de la gravedad de la situación, somos privilegiados. Pienso mucho en la gente que no lo es y en la gente que no puede estar bien en su casa. Pienso en las mujeres que viven con sus maltratadores. Pienso en las mujeres con ansiedad, con depresión, con cualquier enfermedad o malestar psicológico. Pienso… pienso también mucho en qué lecturas, qué cambios va a producir esto. ¿Volveremos a la normalidad como si nada? ¿Volveremos a los bares, a consumir, a trabajar, a movernos como antes de todo esto? ¿O cambiará algo? ¿Nos daremos cuenta de que la forma de hacer las cosas, los modos capitalistas y salvajes, los recortes en derechos sociales, solo traen desgracia? ¿Estar lejos a la fuerza nos unirá más?
Más de Una ventana propia para el fin del mundo