Lunes – 23/03/20
Un avión surca el cielo. Siempre que un avión surca el cielo R. dice, entre risas, «mira allí van turistas». Ahora miro al avión surcando el cielo y me pregunto quién irá allí, ¿será un avión comercial? ¿Personas que regresan a su hogar? ¿Quizás algún turista extraviado que ha logrado volver a España? ¿O salir? Hace unos días escuché el relato de un grupo de amigos atrapados en Polonia que no sabían si podrían regresar a Londres, donde residen actualmente. Bromeaban con sentirse como si estuvieran en un escenario de guerra mirando mapas para encontrar una ruta que les permitiera salir del país. Tras la saturación que sentí ayer, hoy he intentado limitar mucho el uso de las redes sociales y el consumo de información. Me levanto y me pongo a entrenar. Tengo poco material, pero es más que suficiente para hacer un entrenamiento medio decente. Durante el entreno la música va cambiando: del B.Y.O.B de System of a Down, a For a Better Day de Avicii, pasando por I always knew de The Vaccines hasta el We might be dead by tomorrow de Soko, que empieza a sonar cuando termino y me quedo tumbada boca arriba en la esterilla. Se ha puesto a llover. Me hago varios selfies ahí tumbada, mientras la música sigue sonando. Pienso que guardaré todas esas fotos, también los memes y las capturas de pantalla de titulares y noticias en un álbum que se titulará «cuarentena». En los diarios que escribía de niña justifico repetidamente ese acto de escribir diciendo: «me gustará leer esto cuando sea mayor». Ahora dudo: no sé si a mi yo futura le gustará ver un álbum de fotos con selfies mediocres y memes que habrán perdido por completo su sentido. Por la tarde leo el libro que toca en el club de lectura para el mes de abril. Es Pasión Pura de Annie Ernaux. Es muy cortito. Lo leo en apenas una hora mientras bebo un café que se termina en apenas diez minutos. Mientras leo B. me pasa la noticia de que el Palacio de Hielo actuará como morgue ante el colapso de las funerarias. Al rato, me llega una notificación: Italia baja ligeramente la cifra de fallecidos por segundo día consecutivo, sin embargo, la OMS advierte: «la pandemia se está acelerando». Al otro lado, en el libro, Ernaux describe con mucha honestidad el enamoramiento atroz y visceral que sintió por A., un extranjero del Este, casado y con hijos, que la mantuvo en vilo durante un año. Describe la pérdida de sentido de la vida cuando falta la persona amada. La espera entre un encuentro y otro. La pasión y dicha cuando están juntos, mezclada con el amargor de saber que el momento acabará pronto. Termina diciendo: “Cuando era niña, para mí el lujo eran los abrigos de pelos, los vestidos de noche y las mansiones a orillas del mar. Más adelante, creí que consistía en llevar una vida intelectual. Ahora me parece que consiste también en poder vivir una pasión por un hombre o una mujer”. Son las 20.00, toca aplaudir.
Más de Una ventana propia para el fin del mundo
