No se puede ser en el vacío

Domingo – 26/04/20

Se cierra la morgue del Palacio de Hielo. Bajan las muertes por debajo de las 300. Los niños y niñas salen a la calle. El día 2 de mayo es posible que permitan salir a hacer ejercicio. «Esto sí que va a ser el levantamiento del 2 de mayo», bromean en Twitter. Dice el ministro de Sanidad que «seamos prudentes, aún es pronto», y vaticina otra prórroga del estado de alarma, aunque con esas posibles salidas puntuales a la calle, será diferente.

En el último Deforme Semanal Lucía Lijtmaer dice que hemos pasado de la emoción de las primeras semanas, de los cursos y directos en Instagram, de la sucesión de videollamadas, al hastío. Lo leo también en otro artículo, no sé exactamente dónde. Y lo veo también a mi alrededor. Nos hemos aletargado. Estamos hasta el moño de todo y todos. Hablo con A. y M. de las ganas que tenemos de que esto acabe y del miedo que tenemos de lo que vendrá. Les digo que me siento como si hubiera desarrollado Síndrome de Estocolmo. Necesito volver a la normalidad pero me da miedo no saber qué significa eso aún. J. dice: «Nos acostumbraremos, como a todo». Supongo que sí.

La Asociación de Vecinos de Aluche ha creado una red de reparto de alimentos y están desbordados. Hay personas que vienen de los barrios adyacentes y el fin de semana pasado la cola daba varias vueltas a la manzana. Leo en otro sitio que las redes de reparto de alimentos habituales están recibiendo a cerca de un 40% de personas que nunca antes habían ido. Quizás deberíamos hacer una cuarentena para aislar a ese otro virus, el de la precariedad. Pienso que ese post confinamiento sí que da miedo.

Esta semana he sacado la silla de la playa y la he puesto en la terraza. Cuando termino de trabajar abro las ventanas, me siento, y a veces me quedo un poco dormida. Otras veces leo. Por la noche ceno allí escuchando algún podcast. Esta vez escucho uno sobre astronomía. Me resulta relajante escuchar hablar sobre planetas y otros mundos, ahora que incluso el propio nos es inalcanzable. Me entran ganas de ir al campo y ver las estrellas, desde Madrid es imposible, haya o no pandemia.

En el programa hablan de las similitudes de estar confinado en casa y participar en una misión espacial. Existen proyectos de aislamiento para astronautas para preparar largas expediciones, a Marte, por ejemplo. Además de los problemas técnicos, esos viajes plantean retos a nivel psicológico. Los astronautas deben pasar muchos meses junto a otras personas en un espacio muy reducido a cientos de kilómetros de la Tierra. Es fácil hacerse a la idea de que no debe ser sencillo. Hace unas semanas Pedro Duque bromeaba con que los astronautas no pueden rascarse la nariz dentro del traje. Decía que, pasados unos segundos, el picor desciende y que hay que acostumbrarse a esa sensación. Desde entonces lo pienso mucho cuando salgo a comprar: «Aguanta, si fueras astronauta no podrías rascarte».

Más tarde me siento a escribir:

«No se puede saber quién es una: una es. Y a ratos, como decía no se qué escritora, no quiero siquiera entenderme, hay demasiados recovecos. Soy una masa de carne sintiente, soy el rol, la careta, el Dios que rige y decide. Soy simple: busco alimento, cobijo, seguridad y amor. Soy un puñado de conexiones conduciendo energía e información, soy las conexiones y soy la energía y soy la información y lo que resulta de ellas. Soy materia viva en proceso de descomposición, por lo tanto, soy vida y soy muerte al mismo tiempo. Soy todos los estados de la materia. En mí habita lo líquido, lo sólido y lo gaseoso. Soy una categoría: ser vivo, animal, mamífera, humana, hembra. Soy la continuación de las vidas de otros. Soy auténtica y soy copia. Resultado. Soy transparente e insondable. Soy y no soy al mismo tiempo o en tiempos distintos. Soy un ser y un no ser porque la existencia se nutre de la no existencia y viceversa, por lo tanto, existo porque algún día no lo haré. Mi ser es posible porque un día no fui y un día no seré. Mi ser vaga entre dos mundos. Soy un concepto. Mi ser es un concepto que alberga todo hasta a sí mismo, como el big bang, hasta implosionar. Entonces ya no hay ser. Y sin ser solo hay vacío. No se puede ser en el vacío. Solo la luz puede». 

Más de Una ventana propia para el fin del mundo

Cuando vi a Júpiter y sus lunas por primera vez.

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