«No tenía ya bastante con la libertad»

Domingo – 10/05/20

“Aquel hombre, que tres meses antes sólo aspiraba a la libertad, no tenía ya bastante con la libertad, y ambicionaba las riquezas. La culpa no era de Dantés, sino de la naturaleza, que haciendo tan limitado el poder del hombre, le ha puesto deseos infinitos”. Alejandro Dumas.

Por la mañana trabajo en el periódico y por la tarde duermo y leo El Conde de Montecristo. Lo comencé a leer hace unas semanas, estaba tumbada en el sofá y de repente lo vi descansando en una balda de la estantería. Es una de esas lecturas que postergas esperando que llegue el momento y ese día sentí que había llegado. Fue casi como si el libro me llamara, como Jumaji, tun, tun, tun.

Leo casi sin descanso y me detengo en ese párrafo «ya no tenía bastante con la libertad…»

Veo en redes sociales quejas por el comportamiento de algunas personas en la calle. Una en particular dice algo así como «en una pandemia con miles de muertos hay quien solo piensan en que abran los bares…». Otros dicen que no aprenderemos absolutamente nada de la pandemia, que no nos va cambiar ni hacer mejores personas.

Recuerdo que hace unas semanas escribí en el diario: «…Hoy ha venido A. a dejarnos unas cosas en casa y ha sido raro porque cuando llevaban ellos 10 minutos hablando mi cerebro ha desconectado y me he sentido mal, en plan, tía, ¿hace meses que no la ves y ya has desconectado? Supongo que volveremos más rápido a la normalidad de lo que podemos imaginar».

Pienso que es curioso que acudamos al pez para ejemplificar la mala memoria cuando el ser humano no parece disponer de una mucho más extensa.

En realidad, creo que los seres humanos conocemos la fragilidad de nuestra memoria y por eso buscamos la permanencia en la escritura, la fotografía o la pintura. Buscamos recordar lo que fue, pero también proyectarnos en el futuro y contar quiénes fuimos. Quizás por eso algunos buscan con tanto ahínco dejar constancia: para que el mecanismo de la Historia no los pisoteé, creyendo que así burlarán a la muerte.

Desde las izquierdas y los feminismos apelamos continuamente a la memoria histórica, rescatamos continuamente el pasado, fechas, nombres, himnos… Y no lo hacemos por frikismo -un poco sí- o por «abrir heridas» -¿acaso para abrir una herida no tiene que haberse cerrado previamente?- , sino porque la memoria humana es frágil y sin memoria corremos el riesgo de luchar toda una vida por la libertad y una vez alcanzada ésta «no tener bastante». ¿Si nos olvidamos de nuestras propias luchas cómo no vamos a olvidarnos de quienes lucharon antes?

Puede que sea una ilusión, pero quiero pensar que no estamos condenados «por naturaleza» y como especie a ser incapaces de valorar nada en el tiempo, a vivir tan solo en lo efímero, a desecharlo todo en el momento de tocarlo y ansiar siempre lo siguiente. Quiero pensar que es posible extender esa memoria en todas las direcciones. Quiero pensar que no despreciaremos los abrazos casi al instante siguiente de poder darlos de nuevo.

Más de Una ventana propia para el fin del mundo

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