Oda a una erección

Erección, eyaculación, penetración: los tres mitos de la sexualdiad masculina.  Así titula la revista Órbita Diversa un artículo muy interesante en el que se analizan los corsés impuestos por el orden patriarcal para el disfrute del sexo masculino: la erección, la eyaculación y el ser siempre y exclusivamente «objetos penetradores».

05_haring80_05Desde el feminismo  se habla continuamente de las barerras que impone la sociedad patriarcal tanto a mujeres como a hombres. Bajo mi punto de vista uno de los terrenos en el que más clara se ve este tipo de opresión es en el sexo. El patriarcado impone unas normas muy estrictas sobre cómo debemos mujeres y hombres desenvolvernos y disfrutar del sexo, sirviéndose para ello de armas tan poderosas como la religión.

Para empezar, la pareja como única institución válida. La pareja es el único modo de relación socialmente aceptado, normalizado y extendido. La pareja, desde luego, formada por un hombre y una mujer. La pareja entendida como exclusividad y las relaciones sexuales dentro de ella entendidas como necesarias para la procreación y/o para el disfrute masculino.

Dentro del imaginario colectivo del sexo, el hombre heterosexual se sitúa en la posición de sujeto activo-penetrador y la mujer en la de sujeto-pasivo penetrado. El intercambio de roles no está permitido y un hombre que pueda desear ser penetrado está mal considerado incluso, tal y como explica el autor del texto, dentro del mundo homosexual.

En este imaginario, el hombre se configura como un ser que siempre, SIEMPRE, está dispuesto a tener sexo, con un pene de tamaño óptimo que SIEMPRE está erecto en el momento adecuado  y que SIEMPRE eyacula, a poder ser, ni muy pronto, ni muy tarde.

pareja1Estas ideas están instaladas no solo en la mente de los hombres, sino también de las mujeres. El hombre con un pene considerado pequeño, o que tiene problemas de erección/eyaculación, no disfrutará plenamente de sus relaciones sexuales y la pareja de este hombre tampoco, incluso llegando a pensar que el motivo de las «disfunciones» de su pareja residen en ella/él.

Todas estas ideas tienen cabida en un mundo falocentrista en el que la penetración es la única práctica sexual válida y completa y en el que debemos estar continuamente pendientes de cumplir con una serie de estándares establecidos, también en la cama. No debemos olvidar que vivimos en una sociedad de consumo y que cada «disfunción» tiene un producto esperando en el mercado especialmente pensado para ponerle remedio. Me pregunto: ¿es posible disfrutar plenamente del sexo teniendo que cumplir con tantos parámetros, digamos, de calidad?

Si entendemos el sexo como un espacio de liberación, de experimentación y de disfrute, parece evidente que para poder liberarnos tenemos que estar relajadxs y sentirnos a gusto. Lo cual parece difícil si en vez de centrarnos en lo que estamos haciendo, estamos pensando en si daremos o no la talla. Además, para poder disfrutar plenamente del sexo es fundamental liberarse de los prejuicios. Pero, ¿cómo hacerlo? ¿Cómo luchar contra un mundo que te ha dicho desde pequeña que hacer una felación  es de guarras? ¿Cómo luchar contra un mundo que te ha dicho que tu fin sexual es penetrar y no ser penetrado? ¿Que eso te convertirá en una «maricona»?

El tema es complicado y tiene muchas aristas. El proceso de liberarse de los prejuicios es lento. Por un lado nos enfrentamos a nosotrxs mismxs, a las ideas preconcebidas e instaladas en nuestar mente, al miedo. Y por otro al qué dirán: ¿Y si le digo a mi pareja lo que me gusta y me llama degeneradx?

sinnersHay cientos de revistas que se encargan de decirnos cómo debemos relacionarnos, qué hacer para gustar y cómo actuar en el sexo. Sin embargo, quizás el primer paso sería establecer contacto con nosotrxs mismxs, examinar nuestro propio deseo, preguntarnos qué nos gusta hacer y que nos hicieran, sin avergonzarnos, teniendo todo el tiempo en cuenta que en el sexo TODO, absolutamente TODO vale siempre y cuando las personas que lo pratican estén de acuerdo.

Un hombre no es más o menos hombre por el tamaño de su pene. Un hombre no es una máquina del sexo que siempre tiene que estar dispuesto y a punto. Un hombre puede desear penetrar y ser penetrado, atar, chupar, escupir / ser atado, chupado, escupido sin que ello afecte a su «masculinidad». Una mujer puede desear exactamente lo mismo y no por ello ser más o menos mujer.

No hay deseos avergonzantes o ideas más o menos «degeneradas». Todo lo que somos y creemos correcto es fruto de un largo y lento proceso de socialización del que todxs formamos parte. Aceptar nuestros deseos, abrirnos a ellxs y aceptar el deseo de lxs demás aunque no lo entendamos, es crucial para disfrutar del sexo y relacionarnos de forma sana.

Imágenes: Orbita Diversa/Tumbrl

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