No me rindo, no aún

Leo estos días la historia de un periodista que destapó a mediados de los 90 un gran caso de corrupción en una de las entidades bancarias más importantes de Argentina, Banco Nación. Lo recogen varios medios y todos bajo titulares parecidos: Santiago Pinetta, el héroe del periodismo que acabó de mendigo, reza el que tengo delante.

Me vuelve al cuerpo la sensación que tuve cuando Edward Snowden denunció el espionaje de la NSA –la Agencia de Seguridad Nacional estadounidense en la que trabajaba- a ciudadanos/as de EEUU y del resto del mundo. Una mezcla entre pena, impotencia y cierto vacío existencial.

Cuentan aquellos medios que a día de hoy Pinetta pide dinero en el metro de Buenos Aires, entre los transeúntes que pasan a su alrededor y le echan o no alguna moneda sin saber quién es, quién fue, qué hizo. Snowden está acusado de espionaje por EEUU y no puede volver a su tierra natal, solicitó asilo a una veintena de países y desde 2013 vive en Rusia. Hong Kong ha rechazado este mes la solicitud de asilo de Vanessa Mae Rodel, Ajith Pushpakumara y Supun Thilina Kellapatha, las tres personas que lo alojaron en el país cuando se publicaron las filtraciones.

Ahí fuera hay muchos Pinettas y Snowdens, personas que hipotecan su vida, su bienestar y confort por aquello que consideran justo; porque creen que es lo que hay que hacer, porque no saben vivir de otro modo. Si hablamos de mujeres la cifra de no reconocidas aumenta. Ellas son más anónimas y menos noticiables. De vez en cuando la vorágine informativa diaria escupe algunas de estas historias, para ser engullidas instantes después por la marea.

Me viene una náusea, la siento crecer en la boca del estómago. Es ácida. No consigo entender. Me duele este mundo y pienso en aquella frase de Mafalda: “paren el mundo, que me bajo”. Dejo de escribir. Releo lo escrito. Lo pienso mejor. No, no me bajo. No me faltan ganas, el dolor es insoportable y quema, pero no me bajo. No aún. No mientras queden fuerzas para escribir y gritar desde la náusea. Paren de nuevo, que me subo. Por todas y todos los que mejoran las cosas sin reconocimiento e intentan que el mundo sea un lugar mejor y más justo para el resto. No me rindo, no aún.

Seguimos.

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