Ánimo compañera, sé que vales

Hace tiempo lei algo sobre el «síndrome de la impostora», es algo así como la sensación permanente de no valer para tu trabajo, a pesar de estar plenamente cualificada, tener experiencia laboral suficiente o de que tu entorno laboral y personal valore tu actividad. Y, al parecer, es un «síndrome» mayoritario entre las mujeres (sooorpreeeesssaaa).

Es una inseguridad que veo en mi entorno, en mis amigas y compañeras de trabajo, en cuanto hurgas un poco en la herida, sale el tema y todas reconocemos sentirnos así o habernos sentido así. Yo, por ejemplo, a veces siento una angustia terrible si publico un texto sin que antes alguien le haya dado el visto bueno. Me ha pasado incluso al publicar tuits. La pregunta resuena en la cabeza continuamente: «¿valgo para esto?». Es una inseguridad corrosiva que te come por dentro porque te conduce a someterte a un auto juicio exhaustivo continuo. A dudar de ti todo el tiempo. En ocasiones me he sorprendido  al descubrir esa inseguridad en mujeres que admiro, en mujeres con carreras y buenos puestos de trabajo que parecen haber logrado sus propósitos… y que se sienten igual.

En periodismo (y creo que en casi todo en la vida) dudar de una misma es necesario y recomendable. Dudar de los propios juicios y percepciones y estar dispuesta a equivocarse. Pero esa duda se vuelve en tu contra cuando cronifica y te hace sentir no válida o no lo suficiente.

Hace unos días reflexionaba para mis adentros sobre la artificialidad del mundo virtual. Se ha escrito mucho en estos años sobre la imagen que vertemos en redes sociales, sobre esa aparente felicidad en la que vivimos todas y que no puede ser real, al menos no todo el tiempo. Y pensaba cuánto daño nos hace a las que vivimos con esa inseguridad este mundo que finge no sentir dolor, ni angustia, ni pena. Y, sin embargo, qué real es ese dolor, esa angustia y esa pena que compartimos inevitablemente todas.

No sé cómo se lucha contra el «síndrome de la impostora», al igual que no sé cómo se lucha contra la ansiedad. He aprendido técnicas de respiración que ayudan cuando la cosa se pone fea, pero «el bicho» sigue estando ahí y me sigue produciendo el mismo terror cada vez que me asalta. Lo único que sí se es que las mujeres nos necesitamos entre nosotras, que necesitamos compartir saberes y angustias para comprender que el mal no está en nuestro interior, sino ahí fuera, en un mundo que duda continuamente de nosotras, que nos hace dudar de nosotras mismas, de nuestro propio criterio.

Nuestras mentes y cuerpos no son fiables: somos cíclicas, las hormonas nos van y vienen… y ese mensaje nos lo han grabado a fuego en el cerebro, hasta el punto de que somos nosotras mismas las que dudamos antes de permitir que el resto del mundo dude. Se podría decir que es una estrategia defensiva: «me critico yo antes para que cuando lo hagan los demás no me pille desprevenida».

Ser consciente de esta realidad, de la existencia de un «síndrome» que estoy segura está presente en la gran mayoría de mujeres que conozco, me hace valorarlas más, a todas ellas, a todas y cada una de las mujeres que sobreviven cada día sintiéndose no válidas, cuestionándose continuamente. Alguna vez he leído en twitter a alguna compañera que ha escrito algo así como: «Por si nadie te lo ha dicho hoy: ánimo, sé que te estás esforzando y lo estás haciendo bien». Me hago eco de esa frase hoy y siempre desde aquí: Ánimo compañera, por si nadie te lo ha dicho hoy, sé que te estás esforzando, sé que vales.

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La imagen es de la estupenda NONO RUEDA

 

 

 

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