Y la marea dio paso al tsunami

Sábado – 21/03/20

Me levanto temprano para teletrabajar. El día se ha levantado frío y nublado. Hoy hace una semana que se anunció el estado de alarma. Publicamos en El Español un reportaje sobre la situación de las Urgencias en los hospitales de Madrid durante la madrugada de este sábado. Solo he estado una vez en urgencias, fue hace muchos años y por un problema respiratorio precisamente. Era un fin de semana, J. y yo llevábamos poco tiempo viviendo juntos y habíamos adoptado una gatita negra que me daba mucha alergia. Sería un sábado o un domingo porque veíamos la televisión sin mucha preocupación. A mi me costaba respirar y lo atribuí a la alergia, pero a medida que pasaban las horas se me hacía más difícil llenar los pulmones de aire, como si tuviera una losa sobre el pecho, y comencé a agobiarme. Era una sensación parecida a tener ansiedad. Eso fue lo primero que me preguntó un chico joven cuando llegué a la entrada de Urgencias: “¿padeces ansiedad?”. Yo había leído en varias ocasiones que a las mujeres se nos hacen menos pruebas diagnósticas y se nos recetan más ansiolíticos que a los hombres. Había leído en varias ocasiones que a las mujeres se nos infradiagnostican patologías cardiovasculares al confundirlas con trastornos como la ansiedad. Así que mentí y dije que no. Pasé el triaje y estuvimos esperando varias horas en una sala de espera abarrotada hasta que me pasaron a una salita más pequeña también abarrotada junto a otras personas que como yo esperaban sus pruebas y sus diagnósticos. Recuerdo a una mujer que se retorcía de dolor de estómago delante de mí y a una mujer sentada a mi derecha a la que también le costaba respirar. Pero sobre todo recuerdo a una señora, muy mayor, que me preguntó con mucho cariño qué hacía allí “siendo tan jovencita”. La mujer apenas podía caminar erguida y acompañaba a su hija, otra mujer de mediana edad que sufría algún tipo de enfermedad que parecía llevar atormentándola durante mucho tiempo. Recuerdo que pensé: “¿cómo es posible que esté cuidando a su hija si es ella la que necesita ser cuidada? ¿Qué va a ser de su hija cuando ella no esté?”. En esa salita estuve por lo menos dos horas más viendo ir y venir a enfermeras y médicas mientras me sacaban sangre y hacían otras pruebas. Fuera, en la sala de espera, seguía J. leyendo algún libro sin más noticias. Salí de allí de madrugada, con el diagnóstico de infección de bronquios y varias recetas que incluían un inhalador, antibióticos y un protector de estómago. La verdad es que mi paso por Urgencias fue cómodo dentro de la incomodidad. Posteriormente he vuelto a visitarlas como acompañante de mis abuelos o de una de mis tías. Siempre ha sido igual: siempre llenas, siempre desbordadas. Esta mañana leo sobre el desbordamiento de las Urgencias y no soy capaz de imaginar con certeza cómo debe ser el desbordamiento del desbordamiento de una sanidad pública que lleva años resintiéndose por los recortes salvajes. Ahora aplaudimos a los profesionales sanitarios, pero esos profesionales sanitarios llevan años advirtiéndonos. La Marea Blanca lleva años clamando contra el desmantelamiento de la sanidad pública. Como una boya en el mar a la que no se le hace caso, la marea ha acabado dando paso al tsunami y lo ha destrozado todo. ¿Le haremos caso la próxima vez?

Más de Una ventana propia para el fin del mundo

Donosti, noviembre de 2019.

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