Llorar también es parte de la experiencia

Domingo – 29/03/20

Escucho a una chica llorar en la calle. Me asomo con cuidado y la veo. Es una chica joven que habla con alguien por teléfono. No consigo escuchar a penas nada de lo que dice, pero entre sus sollozos rescato un «no puedo más», y un «ya han pasado 15 días». En redes un chico escribe: «las ganas de llorar en momentos al azar del día también son parte de la experiencia». Le responde otra persona: «Me pasa esto y me siento fatal, porque afortunadamente tengo todo bien alrededor de momento, pero siento una ansiedad, tristeza y culpa estos días que no puedo explicar…». Cuando alguien me pregunta ¿cómo estás?, respondo siempre lo mismo: bien, en general, me siento afortunada, pero al mismo tiempo siento que vivo en un vaivén emocional constante que va del shock, a la emoción, al miedo, a la alegría, a la compasión, a la ansiedad, al amor. La cuarentena puede detener la actividad, pero no la vida. Esa tarde me sobreviene uno de esos momentos oscuros. Entonces me llama M. y de repente eso lo cambia todo, o casi todo. Hablar con ella me cambia la perspectiva. Al momento de colgar el teléfono pienso en la chica que sollozaba esta mañana en la calle, que se apoyaba como hacía yo ahora, en la persona al otro lado de la línea. Y pienso que podemos dar gracias por la suerte que tenemos -si es que la tenemos- sentirnos afortunadas, aplaudir a nuestros profesionales sanitarios, hacer lo que esté de nuestra mano… y también podemos permitirnos sentir lo que sea que sintamos, y llorar, porque «también es parte de la experiencia».

Más de Una ventana propia para el fin del mundo

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