Martes – 7/04/2020
El fin de semana cae ligeramente la cifra de fallecidos y tras semanas dramáticas, con las UCI colapsadas, y los 800 muertos diarios, ese ligero descenso se siente como cuando tomas un vaso de agua fresca tras una larga caminata que te ha dejado los pies doloridos y los músculos entumecidos. Por un momento es como si todo el mundo se redujera a eso: a ese vaso de agua fresca que se bebe del tirón, casi sin respirar.
Durante el día las horas transcurren entre trabajar, lecturas, música, entrenamientos más o menos fructuosos y las tareas cotidianas de la casa: barrer por aquí, cocinar algo por allá, poner una lavadora, tenderla… Las nocturnas se dividen entre las que me toca turno en el periódico, ver alguna peli, y las que paso escuchando música mientras vago a oscuras por la casa. Una vieja costumbre que no recuerdo cómo se originó. M. se rió mucho cuando se lo conté: «Pero… caminas por la casa… en plan… ¿de un lado para otro?». Esta semana me acompañan en los paseos Sílvia Pérez Cruz y Timber Timbre, un grupo que escucho desde hace muchos años pero que tampoco recuerdo cómo ni cuándo descubrí.
I found empathy from madness
Deliverance from malaise
My heart is filled with gladness
And you’re the only spirit that I crave
All I need is some sunshine
All I need…
Cuando oscurece del todo, las farolas de la calle dibujan formas en las paredes y proyectan mi silueta contra el gotelé. Me muevo al ritmo de la canción observando mi sombra obedecer. Me parece bonito, pienso que podría grabarlo, pero no me apetece. Hago una foto que se ve medio borrosa pero que pienso que puede servir para el diario.
Al final me tumbo boca arriba en la cama. Las canciones pasan, una tras otra, y me quedó ahí, observando el vagar de mis pensamientos, dejándome llevar por ellos, sin oponer ningún tipo de resistencia. Y entonces me doy cuenta de que en ese momento no necesito nada. No es que haya cesado la preocupación o el anhelo, tan solo veo que ese momento es el único del que dispongo, como cuando te bebes el vaso de agua tras la caminata y parece que todo comienza y acaba en ese instante.
Y me quedo ahí, permanezco sobre esa cama y sobre ese momento, hasta que empiezan a pesarme los párpados.
Más de Una ventana propia para el fin del mundo
