Conciencia de clase

Jueves – 03/09/20

Vuelvo de vacaciones y la realidad se impone como una masa aplastante. Entro a trabajar en un turno que no sé si denominar de mañana o de madrugada. El despertador suena a las 5.00 y a las 6.00 estoy en el metro. El primer día me sorprendo al ver la cantidad de gente que ya viaja a esa hora y esa sorpresa me hace sentir ingenua y un poco avergonzada. Casi privilegiada.

Dentro del vagón confluyen en mí tres relatos: la radio que alerta de las malas cifras que está dejando la pandemia en Madrid, la voz mecánica que suena por los altavoces y pide distancia de seguridad, y las caras cubiertas por mascarillas de quienes viajan a mi lado en un vagón en el que es difícil estar a más de dos metros de otras personas.

El tercer día, la línea en la que viajo sufre una avería que deja parado el tren más de media hora en la misma estación mientras los viajeros de otras líneas se suman a la nuestra en un goteo incesante. Entro en Twitter a ver si veo algo de información sobre la avería y encuentro las quejas de usuarios enfadados que no van a llegar a trabajar. Vuelvo a mirar a mi alrededor y pienso que cerca del 100% de las personas que viajamos en metro a esa hora somos trabajadoras. No tenemos alternativa a ese vagón. Lo pienso y se apodera de mí una sensación de desprotección, rabia y desesperanza tremendas.

Leo un mensaje en redes que dice: «No tengo muy claro cómo vamos a lidiar con la segunda ola ahora que ya no nos quedan narrativas esperanzadoras a las que aferrarnos para seguir creyendo en la bondad del ser humano. No nos quedan aplausos solo odio hacia los ricos y desesperanza entre las pobres».

Durante el verano he escuchado llamadas reiteradas a la responsabilidad individual, y está bien, claro. Pero la pandemia, así como la clase social que atraviesa los cuerpos de quienes permanecemos pacientes en ese vagón tratando de guardar la distancia, es colectiva. Por eso no es casualidad que las peores cifras de Madrid se registren en los barrios obreros del sur.

La pandemia pone de manifiesto muchas cosas, y entre ellas, la vulnerabilidad de los cuerpos precarios: los cuerpos que trabajan, los cuerpos enfermos, los cuerpos ansiosos, los cuerpos migrantes. ¿Se va a hacer algo para protegernos? ¿Cómo vamos a gestionar toda esta rabia?

Más de Una ventana propia para el fin del mundo

Línea 10 del Metro de Madrid el 31/08/20 a las 6:30 am.

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