Siempre me ha llamado mucho la atención el argumento del «egoísmo» hacia quienes no quieren reproducirse. ¿Egoísta para con quién? ¿Para con un ser que no existe? ¿Para con esos otros que sí quieren hacerlo? ¿Para con la Nación? El deseo de tener hijas/os, no obstante, no se considera un deseo egoísta que tiene el único objetivo de cumplir con un anhelo individual y personal. Si se permite y ensalza el deseo individual de unos para hacerlo, debería al menos respetarse el mismo deseo individual de otros de no hacerlo.
Muchas de las personas que tildan de egoístas a quienes no quieren tener hijas/os, son aquellos que no quieren que parejas de mismo sexo los tengan, o que reniegan de las personas migrantes, o que no les importa tanto si un hombre no quiere ser padre, pero sienten como un atentado que una mujer se encuentre en la misma disposición, por lo que el motivo no parece residir en la necesidad de la Nación de contar con más compatriotas, si acaso, solo con «un tipo de compatriota», si acaso, en la intención de salvaguardar un tipo de modelo de familia y de feminidad. Cuando una mujer desea ser madre nadie espera que ese deseo cambie, nadie le dice: «Bueno, a lo mejor en un futuro no lo deseas», lo que sí ocurre con frecuencia con las mujeres que no desean tenerlos.
En La institución de la maternidad, Adrienne Rich explica cómo ésta se encuentra sujeta a tantos mandatos -cada sociedad y cultura con los suyos propios- que una mujer encontrará muy difícil maternar de forma diferente si así lo quisiera. La maternidad, sostiene, es una institución, como la pareja, o el matrimonio, con unos márgenes muy definidos. Siendo así, es lógico que muchas mujeres renieguen de ese marco impuesto.
Los deseos son constructos y, por tanto, son alterables, tanto el deseo de algo, como el deseo de no algo, y todos ellos están mediados por las circunstancias vitales, materiales, personales, históricas, culturales… Sin embargo, si una mujer dice no desear ser madre pero «al final», por la razón que sea, lo es, socialmente se entiende que estaba «predestinada» a caer en ese deseo, porque le es natural. Sostener esta idea significa seguir entendiendo que la maternidad le es natural a las mujeres por disponer de la capacidad en potencia de reproducrise, no así a los hombres, pese a disponer también de la misma capacidad en potencia.
Si nos molesta que una mujer no tenga hijas/os, pero no un hombre, o si nos molesta que personas del mismo sexo o personas trans los tengan, o que una mujer los tenga con una amiga, o con un grupo de amigas y los críen en colectividad, significa que lo que esperamos no es que la gente, en abstracto, tenga hijas/os, sino que los sigan teniendo las de siempre y de la forma en la que se ha hecho «siempre».