Los días mediocres

Entro a trabajar a las 14.00 en la otra punta de un Madrid a 40 grados. Por la mañana he empleado las horas disponibles en: estirar, hacer recados, recoger la casa, desayunar, preparar la cena que llevaré en un tupper y planchar. Después me he duchado, vestido y me he chutado con enantium porque tengo una cervicalgia que me impide mirar hacia la derecha. Dicho así hasta parece poético. Bajo a la calle y me hago una foto en el espejo del portal en la que parece que no me duele nada y que me voy a pasar el día algún lado chulo. Después cojo un autobús y un metro y un transbordo durante casi una hora mientras escucho música. Cuando llego casi tengo ganas de echarme un rato la siesta, pero en realidad me quedan 8 horas por delante sentada frente a un ordenador. A las dos horas bajo a por un café a la cafetería de la esquina. Mientras espero la cola veo un croisant en la vitrina que me despierta el apetito. Ayer me ocurrió lo mismo pero no sucumbí, porque soy realfooder. Calculo la última vez que tomé algún producto procesado y azucarado. Calculo cuantos días tienen que pasar para que se considere «consumo moderado». Lo compro. Elijo el que tiene la etiqueta «integral», aunque como no aparecen los ingredientes supongo que en realidad no lo será. Me tomo el café y el croisant mientras leo los titulares de la semana y cuando me doy cuenta se ha acabado el café y el croisant. A las 8 de la tarde publico en Instagram una foto de cuando estaba en Galicia. Parezco feliz. Lo estaba. Pero tan solo es una pequeña porción de toda mi realidad, esa que aparece en la pantalla. La vida consta de muchas otras cosas, tanto buenas, como malas, como mediocres, que no entran dentro de nuestra identidad digital. A ese café y croisant no le hice foto, pero podría haberlo hecho, junto al teclado del ordenador, para que pareciera que mi día mediocre estaba siendo en realidad más artístico, emocionante y guay de lo que realmente era. Lo que vemos en Internet y en redes es solo una pequeña porción de vida, generalmente la más vistosa. Pero la vida también son cafés y croisants mediocres. Días sin más. Y está bien que lo sea. O no. Pero es lo que hay.

La fotografía tomada en el espejo del portal en un día mediocre.

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